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PREPARACIONES PARA LA SALVACIÓN

Comentario a la parashá de Waerá (Éxodo 6:2 – 9:35)

La crisis de Moshé

No se trata de una simple crisis, sino de una de las más terribles. Moshé ha sido enviado por el Eterno a Egipto para salvar a su pueblo, pero al cabo de un tiempo se desanima y regresa al Monte Sinai para protestar.

Recapitulemos: Moshé había visto una visión especial con la zarza ardiendo, y durante toda una semana (Éxodo 3:1 – 4:17) había discutido con el Eterno sobre la viabilidad del proyecto. Y el Eterno había contestado a cada una de sus pegas. Menos a la última, en que Moshé le proponía al Eterno que enviara una persona más adecuada en su lugar, y que había sido rechazada con severidad, sin explicaciones.

Moshé había salido con el permiso de su suegro (Éxodo 4:19), se había encontrado con su hermano (id. 4:27) y juntos habían visitado a los Ancianos del Pueblo, pidiéndoles que les acompañaran a visitar el Faraón. Pero los Ancianos no las tenían todas consigo y abandonaron a Moshé y Aharón a mitad de camino.

Las condiciones empeoran

Y la reacción del Faraón había resultado funesta, ya que en lugar de liberar el Pueblo les había empeorado las condiciones. A partir de ahora tendrán que seguir con la misma producción, pero deberán abastecerse por si mismos de la materia prima (id. 5:7). El estrés es muy grande, ya que los obreros no se ven capaces de llevar el mismo ritmo de producción y las consecuencias son muy graves, tanto para los obreros como para sus capataces hebreos (id. 5-14).

Hasta tal punto que los capataces acusan a Moshé y Aharón de proporcionar excusas al Faraón para exterminarlos: “les habéis puesto, al Faraón y a sus siervos, una espada en la mano para matarnos” (id. 5:21).

Ahora regresa Moshé al mismo lugar con la cola entre las piernas, y con una grave acusación: no tan solo no has salvado a Tu pueblo, sino que están ahora en peores condiciones. Pero la culpa no es otra que el haberlo mandado a él, a Moshé, para tal misión. Moshé se siente muy pequeño ante una misión de tal envergadura. Los peligros, los inconvenientes, los obstáculos, son demasiado desproporcionados para que pueda llevarlos a cabo una persona humana. Ni siquiera una persona semidivina, como se le denomina en Deut. 33:1, como Moshé puede llevar a cabo una tarea tan complicada.

Central siderúrgica

El Maharal de Praga explica (en Gvurot HaShem 34-35) unos midrashim que hablan de la salida de Egipto. Uno lo compara al parto de un animal, en que el pastor debe meter la mano dentro de las entrañas de la madre para dar a luz al hijo, interpretando así las palabras de la Torá (Deut. 4:34) que dice: “acaso ha probado un dios sacar un pueblo de las entrañas de otro pueblo, con pruebas, con señales, con milagros, y con guerra, y mano fuerte, y brazo extendido, y grandes espantos, según todas las cosas que hizo con vosotros el Eterno vuestro D’ en Egipto ante vuestros ojos”. El segundo midrash es, si cabe, más espectacular, ya que habla de la extracción de la escoria mezclada con el oro (según el midrash), o con el hierro (según el versículo), que se efectúa en la fábrica siderúrgica, pero sin intermediar instrumentos, sino directamente de la mano del Creador (Deut. 4:20).

Moshé se siente desfallecer. Son dos tareas muy grandes: desconectar las Tribus de Israel del lugar en que han crecido y se han formado, para convertirlos en un Pueblo independiente, y limpiar el Pueblo de la escoria que pueda tener, para que este Pueblo creado no sea ‘otro pueblo más’ en la red de pueblos del mundo, sino un Pueblo especial, un Pueblo divino, un Reino de Sacerdotes y Pueblo Santo, como dice el Éxodo 19:6.

La respuesta divina no se deja esperar. Moshé deberá morir por el camino: “ahora verás lo que haré al Faraón” (Éxodo 6:1), pero luego, cuando deban entrar a la Tierra Prometida, ya no lo verás.

Preparándose para la Salvación

De todos modos, debemos leer los siguientes capítulos como la expresión de estos dos midrashim: el modo en que el Eterno separa el Pueblo de Israel del egipcio, y la limpieza interior que se lleva a cabo dentro del Pueblo.

A lo largo de los capítulos que hablan de las diez plagas veremos, efectivamente, la separación entre egipcios e israelitas, en que las plagas recaer milagrosamente sobre un vecino y no sobre el otro hasta que los israelitas se ven marginados a la Tierra de Góshen, nítidamente separados de sus opresores.

En cuanto a ‘la escoria’, la mayoría de los comentaristas opinan que se trata únicamente de aquellos que no quisieron aprovechar la oportunidad de salir de Egipto y que quedaron enterrados en las arenas del Nilo.

Acercándonos a la definitiva Salvación, a mano del Mashíaj que no tardará en presentarse, deberíamos tomarnos muy en serio estos dos midrashim y no esperar a que se lleven a cabo por medios sanguinarios como hace tres mil trescientos veinticuatro años, sino aprovechar cualquier oportunidad para desconectarnos de la sociedad europea, americana o lo que sea, en que vivimos, y no convertirnos en la ‘escoria’ que se resiste a la fuerte marea que devuelve, paulatinamente, a los Hijos de Israel a su Tierra Patria.

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