top of page

Sin Título

La Trampa

Comentario a la parashá de B’shaláj

Doble trampa

En el comienzo de la parashá de B’shaláj, nos da la impresión que el Creador nos está preparando una trampa. Es cierto, se trata de una trampa: una trampa doble.

Por una parte, está claro que se dirige a los egipcios, que van a entrar al mar persiguiendo a los Hijos de Israel fugitivos. Y debemos intentar comprender cómo funciona esta trampa, en qué se basa para suponer que van a entrar en el peligro mientras persiguen a los fugitivos.

Por otra parte, también es una trampa para los Hijos de Israel. El Creador quiere ver, o hacer ver, la confianza que ellos tienen puesta en el Creador.

La trampa para los egipcios parece sencilla, pero en realidad encierra un principio muy importante. No olvidemos que acaban de sufrir las Diez Plagas, y han llegado a un conocimiento del Creador y de sus caminos. Debería estar muy claro que tiene un dominio absoluto sobre la Naturaleza, que puede ‘jugar’ con ella cuando le viene en gana.

Pero, por otra parte, dirán los egipcios que, si ya ha creado esta Naturaleza, no será solo para burlarse de ella y no hacerle caso. Si la Naturaleza tuviera personalidad propia, independencia de la mano del Creador, podríamos suponer que el Creador puede pasarse el día jugueteando con ella, burlándose de ella. Pero si aceptamos, y así debemos hacerlo todos, que la Naturaleza fue creada por Él, no tiene sentido que le haga caso omiso.

Los Perplejos

Esta cuestión dejó perplejos a muchos filósofos. Algunos llegaron a suponer que la Naturaleza es mala, y que hay que eliminarla de algún modo. Y ‘meten’ en la Naturaleza a todo el mundo físico, material, dejando el espíritu como única parte buena, que hay que conservar y desarrollar, y que ‘todo lo que gane en fuerza la materia, lo pierde el espíritu, y viceversa’.

Otros fueron al otro extremo, diciendo que el espíritu debe amoldarse a las exigencias de la Naturaleza, y que cada vez que veamos una contradicción entre ellos, una colisión entre los principios, nos conviene optar por seguir el curso de la Naturaleza, suponiendo que el espíritu ‘está despistado’, está exagerando.

En este capítulo, el Faraón ve las aguas abiertas para dejar pasar a los Hijos de Israel, y cree que no tendrá ningún inconveniente en pasar también él, puesto que, si es un fenómeno natural, ‘no puede ser’ que vaya dirigido solo a favor de los Hijos de Israel. E incluso si se trata de un fenómeno ‘sobrenatural’, milagroso, ¿cómo va a saber distinguir entre unos y otros? Y si es una trampa del Juez Supremo, ¿tan justos son los unos y tan pecadores son los otros, para merecer tal discriminación?

Un Midrash dice esto, exactamente: “Estaban pasando aún los Hijos de Israel cuando comienzan a pasar los egipcios, y preguntan los ángeles ¿Por qué dejas pasar a unos y ahogas a los otros? ¡Tanto unos como otros son idólatras (refiriéndose a que algunos de los Hijos de Israel no se habían librado aún de sus ídolos)!” Y por este motivo se considera el momento de la Travesía del Mar como un momento de muy grave crisis.

La Moraleja

Los egipcios cayeron en la trampa, y nosotros debemos aprender la moraleja, que el Creador domina la Naturaleza hasta tal punto que distingue entre unos y otros, incluso entre el potencial de unos y el de otros. Puesto que los Hijos de Israel, con todos sus errores, tienen una meta clara de mejorar y de adherirse al Creador cumpliendo a rajatabla sus exigencias. Mientras que los egipcios están muy lejos de esto.

La Naturaleza no es mala, sino que es una ‘masa informe’, que debe ser moldeada por el espíritu. Tiene una resistencia determinada, que se revela en unas tendencias que llamamos ‘naturales’, en los temas sexuales, en los temas de rectitud social, en temas intelectuales, que no son más que ‘deformaciones’ de tal Naturaleza en el Hombre.

Precisamente en el Hombre aparecen estas deformaciones, puesto que en él hay unos ingredientes que no hay en el resto de la Creación: la inteligencia, y su compañero el libre albedrío. Y el alma.

La inteligencia está para ‘descubrir’ la verdad, para diferenciar entre la luz y las tinieblas. Y para hacer la elección adecuada, no porque ‘D’ios lo manda’, como ocurre con todos los animalitos, sino porque he llegado a comprenderlo y a aceptarlo con mi inteligencia.

El alma nos permite auto-superarnos, ponernos por encima de la Naturaleza. Y de este modo, moldeamos la Naturaleza, que está en nuestras manos.

Esta es la trampa para los Hijos de Israel: al verse atrapados entre el mar y los egipcios, deben saber reconocer la fuerza del espíritu sobre la Naturaleza. No es un mero ‘esfuerzo intelectual’ que les ayuda a encontrar una solución fuera de lo corriente, sino que se trata de un ‘esfuerzo espiritual’, que les permite frenar la Naturaleza para conseguir la meta deseada.

Este esfuerzo espiritual se refleja en la Canción del Mar, en el capítulo 15, en el que se exponen los ideales: llegar al a Tierra Prometida y construir allí el Santuario. “El SEÑOR reinará por siempre jamás”.

Con esta herramienta en manos, la Naturaleza está dispuesta a colaborar con nosotros y ‘dejarnos pasar’, a pesar de no haber desarrollado aún del todo nuestro potencial.


Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
No hay tags aún.
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
bottom of page